El poder de un personaje o de una historia retransmitida a través de una pantalla va mucho más allá del mero entretenimiento que pueda provocarnos como espectadores. A partir de aquí podríamos dedicar líneas y líneas al mismo asunto: la capacidad de una ficción para instalarse en nosotros. Los efectos, de muy seguro, serían superiores a lo imaginado, porque a través de la televisión o el cine adquirimos modelos que pueden influir -y de hecho influyen- en nuestro comportamiento, nuestras actitudes y hasta nuestro modo de pensar. No somos conscientes del todo pero aquello que vemos habla mucho de nosotros y, al final, lo que triunfa en pantalla es reflejo directo de la sociedad en que vivimos. Pero sí, todo se resume en el poder innegable que tiene la pantalla, y lo reflexionamos especialmente tras leer aquel escrito de un profesor de Bachillerato que decide proyectar en clase Stockholm, para acercar la figura del Don Juan Tenorio a la actualidad del presente inmediato y provocar la reflexión posterior en sus alumnos -os invitamos, por supuesto, al
blog de este profesor donde hace análisis de esta clase a la que nos referimos y comenta sus buenas impresiones-.
La televisión o el cine pueden sin duda activar nuestros sentidos y hacernos entrar en un debate muy necesario y muy provechoso, pero debemos ante todo ser críticos con lo que vemos y hacernos constantemente preguntas. Creo, personalmente, que ahí reside la grandeza de la ficción y de las interpretaciones que pueden sugerirnos las historias y los personajes a los que nos enfrentamos como espectadores. Ha sido un apunte, quizá más extenso de lo que debiera, pero que trasladamos a aquello que nos ocurre cada vez que asistimos al trabajo de Aura Garrido; lo disfrutamos, por supuesto, pero también lo debatimos, y desde el punto de vista psicológico, lo analizamos poniendo en marcha un proceso de construcción -y ojo, que esto también es disfrutarlo-. Nos hacemos preguntas, entendemos el personaje y nos metemos en él: descubriendo sus motivaciones y sus implicaciones, llevándonos lo mejor de cada uno. Y podemos decir que incluso crecemos un poco más con cada personaje, porque no deja de ser este un proceso de aprendizaje que al final está revelando mucho de nosotros, por lo tanto, también de autoconocimiento. No se trata de que haya personajes buenos o malos, sino de que tengan una base sólida detrás para que podamos sostener sus razones y comprender el por qué de sus acciones, con las consecuencias que tengan. Se trata de personajes ricos, que aporten.
Y bien, podríamos hacer este mismo post con diferentes protagonistas, obedeciendo en cada ocasión a cada uno de los personajes que hasta el momento han compuesto la brillante -y aseguramos que de objetividad andamos bien- carrera de Aura Garrido. Pero elegimos a Amelia Folch porque el segundo capítulo de la segunda temporada se emite en unas horas y tenemos la emoción ministérica por las nubes. Siendo muy muy breves (y conste que podríamos extendernos aún muchísimo más) nos gusta Amelia Folch por:
- Su idealismo, sus ganas de trascender y de acabar con los prejuicios castrantes que dificultan el progreso.
- Sus valores y sus creencias, y por supuesto; por actuar en consecuencia con aquello que sabe justo.
- Representar la igualdad, la lucha contra la discriminación en un mundo dominado por la supuesta superioridad del hombre, por darle espacio, voz y valor a la mujer en la concepción y construcción de un personaje fuerte, inteligente y vivo sin reducirla a parte complementaria del hombre en una historia de amor. Amelia nos gusta también porque tiene vida por sí misma.
- Retratar, yendo un paso más allá, la realidad de aquellas mujeres que dieron un paso al frente y fueron pioneras en su época por perseguir lo que deseaban. Un personaje ficticio con historia real, testimonio de tres mujeres que estudiaron en la Universidad de Barcelona y se doctoraron también en 1882: Maria Dolors Aleu Riera, Martina Castells Ballespí y Maria Elena Masera. El personaje de Amelia Folch hace sonar con fuerza esa parte de la historia de la que sentimos orgullo y nos hace mirarnos en ese espejo tan necesario para el avance de una sociedad a la que todavía le queda muchos pasos que dar.
- Hablar del pasado sin perder de vista el presente, para conectarnos y no hacernos sentir tan lejanos y por darle una nueva dimensión a todo eso que Amelia representa.
Si los personajes son modelos, a nosotros nos encanta mirarnos en Amelia Folch.
Y profundizando en el debate, que daría para mucho más, nos sería posible argumentar punto por punto, pero eso haría el post casi interminable. Así que nos queda dar las gracias a los responsables, a todos los que contribuyen a que Amelia -y muchas otras Amelias con nombres distintos- tengan su espacio, porque es un regalo sentirlas y aprenderlas. Y por supuesto, gracias a Aura por hacernos soñar (y no vamos a negar que una de las cosas que nos gusta de Amelia es que encuentra su sentido en Aura y a nosotros nos parece que han nacido para estar unidas y ser una), cada personaje es un regalo, una oportunidad de crecimiento y una emoción única e inigualable. ¡Seguimos caminando!
// Esta noche, en TVE: nuevo capítulo de El Ministerio del Tiempo. ¡No os lo perdáis!